viernes, 15 de diciembre de 2017

Humorismos Tristes


HUMORISMOS TRISTES
Luis G. Urbina

Mientras tocan Chopin el buen maestro,
o el poeta neurótico recita, 
yo charlo con la hermosa señorita,
en voz baja, del último siniestro.

¡Y sufro mucho!... ¡Bah! Pero soy diestro
en sonreír y en ocultar la cuita;
mi tristeza es amarga, es infinita
mas ¡qué apacible regocijo nuestro! 

Estoy vencido al fin; cesó la lucha; 
yo quedo triste y ella indiferente;
su amor fue poco y mi desgracia es mucha; 

y entre tanto, burlona y sonriente,
ella, en el fondo del salón, escucha
del joven barbilindo el flirt corriente.

jueves, 23 de noviembre de 2017

Antojos


-¿Qué se te antoja?, pregunto ella desde el otro lado del sillón.
-Tú, fue toda la respuesta que él le dio.

Ella volteó a verlo aun con el control remoto en la mano apuntando al televisor, buscaba en su cara algún atisbo que delatara que bromeaba, pero él tenía la mirada ausente, perdida hacia la pantalla desde donde el logotipo de Netflix esperaba su selección.

Ella soltó una risa nerviosa dando por sentado que era una broma y giro de nuevo su vista a la pantalla, dispuesta a retomar su plan de ver algo juntos, pero en ese momento él hablo de nuevo, con su mirada aun perdida y en un murmullo ronco y apenas audible:

-Te me antojas tú - repitió él -. Justo en este momento, sentado al otro lado del sillón como si nos separara un abismo me estoy preguntado todo esto:
-¿A qué sabrás?
-¿Cómo será tu humedad?
-Al pasar mi lengua por tus labios ¿El sabor será salado o agridulce?
-Al entrar en tus profundidades ¿Sentiría tu acidez?
-Si recorro tus paredes ¿Percibiría ese característico regusto amargo?
-Si chupara y succionara de ti ¿Habría un toque de dulzura como lo hay en tu voz?
-Si atrapara tu clítoris y potenciara tus jugos, ¿Estos serían ardientes como tu alma y tu espíritu?
-¿Tu sabor sabría a lagrimas o sabría a sudor?
-Si te recorro completa ¿Sería igual la consistencia a la de tus besos?
¿Alguna vez has probado tu sabor?
¿Lo beberías de mi boca?
¿Sabrías diferente si con mi lengua te llevo al punto de explotar?
¿Tu orgasmo cambiaría el sabor?
¿Qué se siente beberte?
¿Saciaría esta sed de ti?

-Todo eso me pregunto mientras salivo, mientras mi boca se llena de un jugo que no es el tuyo por más que yo lo desee. Trato de imaginar tu sabor, temperatura, consistencia, textura y de acompañar todo eso con tu orquesta de gemidos, en esa voz que tanto me encanta. Podría seguirte comiendo solo por el placer de escucharte.

-Me enloquece el solo imaginar cómo serían tus gemidos si atrapo tu botón y juego con él. ¿Gritarías? ¿Usarías tu misma voz? esa voz me encanta y me embelesa. ¿Cómo sonaría tu voz dulce y tierna si te hago gritar y gemir de placer, sorpresa o dolor?

Ella inmóvil en el sillón solo podía mirarlo, su cuerpo no respondía ninguna de sus órdenes, estaba totalmente congelada sin saber que hacer o decir. Finalmente pudo incorporarse, su cuerpo entero temblaba, sentía un calor anormal en ella y advertía humedad en varios puntos. En ese estado febril, aturdida por la sobrecarga de información recibida y las sensaciones que recorrían su cuerpo, solo atinó a decir:

-A mí se me antojan palomitas...

Después de eso salió de la sala, aún con el control remoto en mano y no muy segura de si iba a la cocina por palomitas, al baño a desahogarse o a su habitación a preparar su respuesta.

jueves, 14 de septiembre de 2017

Coitus Interruptus



Su sonrisa me deslumbró desde el momento en que la ví. 

Ella estaba sentada justo al otro lado del restaurante en el que me encontraba. Usualmente siempre tengo la vista clavada en algún libro, pero ese día había algo no me permitía concentrarme en la lectura. 

Entonces alce la vista y la ví.

Era una visión en un hermoso vestido azul, sus piernas cruzadas y semi descubiertas eran toda una declaración de intenciones y sus pechos se adivinaban firmes tras un escote discreto pero capaz de exaltar al más santo de los hombres. Todo en ella era de una belleza y una sensualidad indecible.

Ella tenia su vista clavada en mí e inmediatamente supe que eso era lo que me impedía concentrarme en mi lectura, como si mi cerebro supiera que me observaban, como si dentro de mí ella me llamara.

Al momento me empezaron a asaltar todas las inseguridades que una persona siente cuando se sabe observado, pero había algo en sus ojos que me decía que ella no me estaba viendo exactamente a mí, sino que estaba imaginando algo más.

Al principio no pude reaccionar ante su escrutinio, no solo por el nerviosismo inicial, sino porque había algo en ella que me provocaba un incesante deseo de contemplarla. Intente apelar a mi lógica y tratar de encontrar la razón de esa fascinación visual, pero aún hoy no puedo explicarlo. Quizás fuese su cuerpo que aunque no era escandalosamente exuberante, al calor del momento yo habría jurado que era perfecto. Quizás fueran sus ropas que no eran provocadoras pero enfundaban su figura de tal manera que provocaba una mezcla de imaginación y curiosidad. Quizás fuese esa mezcla de niña y mujer que le daba un aire de inocencia y perversidad a la vez. O quizás fuese su sonrisa, una sonrisa de esas que dicen muchas cosas, de esas sonrisas llenas de pensamientos retorcidos que no dejan lugar a dudas y que se clavan en la memoria.

Fue entonces cuando ella se dio cuenta de que yo la veía. un movimiento nervioso hacia atrás la delató, desvió su vista, se acomodo el vestido y trato de pasar un mechón rebelde de su cabellera por detrás del oído. Su esfuerzo fue inútil porque el mechón se resistía a ser prisionero de su oreja y prefería caer coquetamente sobre sus ojos.

Rendida ante la tarea finalmente respiró y volvió a mirarme, yo seguía fascinado viendo la batalla que libraba con su cabello y con los pensamientos a mil por hora imaginando cosas como cuál seria el aroma de su cabellera o como se sentirían sus rizos deslizándose entre mis dedos.

Sus grandes ojos habían cambiado, ya no reflejaban la inocente curiosidad de unos minutos antes, ahora eran brillantes e intensos, como si un fuego salvaje se hubiese encendido tras ellos.

Una leve inclinación de mi cabeza, a manera de saludo fue lo que detonó de nuevo su sonrisa. Pensé que podría ser alguien que ya conocía con anterioridad pero algo dentro de mi sabía que si la hubiese visto antes definitivamente no la habría olvidado.

Su siguiente movimiento derribó todas mis barreras, con toda la naturalidad e inocencia del mundo llevó su dedo a la comisura de su boca y mordió su uña sin dejar jamas de mirarme fijamente ni de mostrar esa incitante sonrisa. Ahí murieron todas mis dudas y decidí tomar el control de la situación antes de que esta me sobrepasara.

Lentamente me coloqué derecho sobre la silla y me gire un poco para dar mi mejor perfil, al tiempo que le sonreía. Si ella percibía mi nerviosismo jamás lo hizo evidente y al contrario, inmediatamente se sonrojó con un furioso tono escarlata cumpliendo así con su papel de damisela cortejada.

Ese tono en su cara me envalentono y decidí seguir el juego, levante mi vaso con él en la mano le hice un gesto de brindis, el cual ella respondió de igual forma con su vaso. Cuando iba a proseguir noté que su mirada se clavaba hacia abajo, dirigiendo mi atención a sus piernas, donde su mano lentamente levantaba su vestido. Nervioso miré a todos lados para ver si alguno de los otros pocos comensales se percataba del intercambio que se daba de lado a lado del salón, pero mi bella interlocutora parecía tener total control de la situación, dándome solo a mi un vistazo privilegiado de su anatomía, sin despertar sospechas en las demás mesas.

Aquel movimiento enervó mis ansias y exacerbó mi ya desbocada imaginación. Mis manos se movían nerviosamente en el anhelo de tocarla, mi piel ardía en una fiebre que solo su piel apagaría y de mi boca escapo un sonido grave y ronco, aunque apenas audible, como el gruñido de un lobo que solo el besarle y provocar en ella el mismo gemido acallarían.

Evidentemente no me iba a quedar atrás, los demás comensales y el resto del mundo habían desaparecido para mi. Solo existíamos ella y yo, envueltos en medio de este erótico y silente juego de ajedrez.

Dispuesto por fin a darlo todo por el todo, le señale con los ojos la silla vacía que había en mi mesa, pero ella declinó con la cabeza y señaló con sus ojos hacia la puerta del baño. 

Mi mente explotó imaginando las posibilidades, el morbo gritó con todas sus fuerzas dentro de mi y mi ser pensante abandonó la batalla totalmente derrotado por el ímpetu hormonal. Empece a imaginar la estrategia a seguir, la mejor manera de llegar ambos al lugar indicado sin ser notados, y finalmente, empece a imaginar cómo sería el esperado encuentro. 

No voy a mentir inventando fantasías llenas de mimos, besos tiernos y palabras de amor, ninguno de los dos estaba ahí para eso. En apenas segundos fantaseé como la tomaría fuerte entre mis brazos apenas entrar, notando el roce de nuestros cuerpos, mis manos ansiosas la recorrerían toda, aspirando con desesperación el olor de su cabellera a la vez que mi cara se perdería en su cuello. Nos miraríamos. Nos besaríamos. Nos acercaríamos tanto que a la ropa le costara trabajo encontrar una forma de salir de en medio. 

Allí encerrados, aislados del mundo y ante el amparo del anonimato, le besaría como si no hubiera un mañana, apasionadamente bajaría por su cuello y tiraría de su cabello para forzarla a descubrir esa curva entre su barbilla y su hombro. Mi boca y mis dientes harían presa de piel, Imaginaba con claridad los gemidos ahogados que trataríamos de cubrir para no ser descubiertos y casi pude escuchar el pequeño grito que soltaría cuando mordiera su hombro.

Las escenas se sucedían una tras otra en mi cabeza, mis músculos se tensaron pensando en la fuerza con la que la giraría para besar su nuca y morder su espalda a la vez que mis manos la recorrerían entera despojándola de su vestido. Casi podía sentir en mis manos el tacto quemante de sus pechos, el anhelo del roce de su piel extasiaba mis sentidos y no podía postergarlo más, debía estar con ella. Debía estar en ella. 

Con mi vista clavada en sus ojos, como un lobo que acecha a su presa, me levante lentamente de mi mesa. Mi mejor instinto de depredador me orientaba hacia ella, pero su mirada no dejaba de indicarme en dirección al baño, así que cumpliendo sus deseos me dirigí hacia allá. 

Cuando me acercaba a la puerta, esta se abrió y del interior salió un hombre mayor, de aspecto distinguido y con canas en el cabello que le conferían un aspecto gallardo e interesante. Algo en él llamó inmediatamente mi atención y lo seguí con la mirada. El hombre caminó con paso firme directo a la mesa en la que ella se encontraba y le ofreció la mano para ayudarle a levantarse. Ella la tomó  y tomada de su brazo se dirigieron juntos a la salida.

Un paso antes de salir volvió la vista atrás y me miró directo a los ojos. Sus labios se movieron pronunciando algo que no entendí. Pudo ser un Adiós,  pudo ser un Te Amo, quizás un Auxilio y hasta podría haber sido un Lo Siento

Nunca lo sabre y creo que no habría hecho ninguna diferencia.

jueves, 7 de septiembre de 2017

El Signo


No hables a todos de las cosas bellas y esenciales.

No arrojes margaritas a los cerdos.

Desciende al nivel de tu interlocutor; para no humillarle o desorientarle.

Sé frívolo con los frívolos...; pero de vez en cuando, como sin querer, deja caer en su copa, sobre la espuma de su frivolidad, el pétalo de rosa del Ensueño.

Si no reparan en él, recógelo y vete de su lado, sonriente siempre: es que para ellos aún no llega la hora.

Mas, si alguien coge el pétalo, como a hurtadillas, y lo acaricia, y aspira su blando aroma, hazle en seguida un discreto signo de inteligencia...

Llévale después aparte; muéstrale alguna o algunas de las flores milagrosas de tu jardín; háblale de la Divinidad invisible que nos rodea..., y dale la palabra del conjuro, el ¡sésamo, ábrete!, de la verdadera Libertad.


Amado Nervo

miércoles, 16 de agosto de 2017

Un viejo conocido


"Un viejo conocido volverá a tu vida."

Así decía la profecía que encontró dentro de su galleta de la suerte después de la cena. La mayoría de las personas hubiese continuado con su vida sin darle importancia, pero ella no era como la mayoría de las personas. Durante años ha visitado adivinos y videntes, gitanas que leen la mano, brujas que leen el café y en general todo ese tipo de personas que claman tener algún don y al final han resultado ser meros charlatanes.

Pero ella sabe que hay algo más allá afuera, simplemente lo sabe y por ello cree ciegamente en lo paranormal, en lo extrasensorial y hasta en las supersticiones.

Por eso al recibir la noticia de que "un viejo conocido volvería a su vida", en lugar de pensar que era una tontería o una predicción al azar, inmediatamente se empezó a preguntar quien sería.

Durante el trayecto a casa estuvo pensando en el asunto, después de todo, volver a entablar vínculos con alguien del pasado no es algo que suceda todos los días.

Pensó en su padre, que un día hace más de 15 años salió a comprar cigarros y nunca regresó. Hace tiempo se enteró que él se había fugado con una mujer más joven incluso que ella misma. pero igual podría ser él ¿No? 

¿Qué le diría? 
¿Cómo reaccionaría? 
¿Qué buscaría después de todos estos años lejos?

Todas esas preguntas sin respuesta, que se había hecho ya varias veces antes, volvieron a ocupar su mente. 

Tan ensimismada se encontraba que no se había percatado de que estaba parada frente a su puerta sin siquiera buscar las llaves para abrir. Se imaginó la escena vista desde lejos y se sintió tonta. No era probable que nadie paseara por la calle a estas horas de la noche, sin embargo, eso no le quitó la sensación de torpeza, Decidió zanjar el asunto de una buena vez y no volverse a preocupar por él hasta que el viejo conocido hiciera su aparición.

Lamentablemente su subconsciente no se dio por enterado de su decisión y mando una terrible señal de alerta mientras ella cepillaba sus dientes: Podría ser él. Su ex. De inmediato sintió como si la hubiese golpeado un rayo y nuevamente se vio a si misma congelada frente al espejo, en pijama, con el cepillo de dientes inmóvil en la boca y sus ojos totalmente abiertos.

Tenía lógica, todo embonaba perfectamente. Se enteró que su ex había terminado con su nueva novia hace poco, luego varios amigos en común le contaron que él había estado preguntando insistentemente por ella y ahora recibe el aviso que un viejo conocido volvería a su vida. Definitivamente tenía que ser él. Al parecer el ritual de amor que había hecho la última luna llena funcionó.

Por extraño que parezca se sentía más tranquila al llegar a esa conclusión, ya que había imaginado en su mente muchas veces cómo sería cuando su ex volviera y estaba bien preparada para ese momento. Sabía que al final lo perdonaría, por supuesto, pero antes lo iba a hacer sufrir por atreverse a dejarla por otra.

Finalmente ya tranquila apagó la luz y posó su cabeza sobre la almohada dispuesta a dormir. Entre su somnolencia se preguntaba cuándo sería el día que volvería, si quizás sería mañana mismo o si tendría que llevar su más lindo atuendo.

De pronto reparó en el ruido bajo su cama, como si uñas hubiesen rasgado contra el piso y algo se hubiese arrastrado, reptando por salir. Sus ojos se abrieron de golpe de par en par, su respiración se agitó y empezó a sudar frió. Aguzó el oído para ver si lo escuchaba de nuevo, pero después de un rato seguía sin escuchar nada, solo escuchaba su pesada respiración. O eso creyó, hasta el momento que notó que la respiración que escuchaba no era la suya, sino que venia de bajo la cama.

Años de recuerdos reprimidos se abrieron paso de golpe a su mente consciente. Empezó a temblar incontrolablemente como tantas veces había hecho de niña. Intuitivamente se recorrió y termino sentada balanceándose sobre su almohada, con sus piernas abrasadas y repitiendo entre sollozos:
NO. 
Él No, por favor. 
Él no...

miércoles, 12 de julio de 2017

Decretando


Soy un gerente excelente.

Pero claro, nadie lo sabe porque aún no soy el gerente.

Nunca entendí en verdad cuál era el problema. Soy definitivamente la persona con más experiencia en la oficina. Acepto que al principio pensé que sería sólo algo temporal, pero ya tengo más de 30 años ahí y el dueño sigue sin reconocérmelo.

Pero yo sé que soy excelente, no en vano me he preparado por años asistiendo a platicas motivacionales, cursos de superación personal, talleres de coaching y leyendo cada libro de auto ayuda que encuentro.

Tengo todas las herramientas necesarias para triunfar y hace años que lo decreté: Sí merezco ser el gerente.

Mas no crean que estaba sentado esperando que las cosas me cayeran del cielo, claro que no, esa es la primer regla: Toma acción y crea tus propias oportunidades.

Y lo hice, presenté propuestas, innové procesos, generé ahorros considerables para la empresa, pero nada de eso funcionó.

Y yo merezco ser el gerente.

Después pensé que el problema podría no ser laboral, sino de mis relaciones personales, así que empece a trabajar en eso, ayudando a mis compañeros con sus funciones, cambiando el garrafón del agua cuando se vaciaba, llenando la cafetera en las mañanas y hasta trayendo galletas para todos.

Nada funcionó, al contrario, la gente empezó a murmurar lo tacaño que era por llevar solo galletas y no pastel o por poner solo café y no azúcar y crema.

Pero nada de eso me desanimó, yo sé que tarde o temprano voy a triunfar, porque soy excelente y el universo conspira a mi favor, solo es cuestión de no rendirme ni dejarme llevar por la opinión de la gente tóxica. Como decía Miguel Ángel Cornejo: "Fracaso no significa derrota, significa simplemente que todavía no hemos tenido éxito."

Hoy creo que finalmente encontré la solución, debo crear mi propia oportunidad de una manera más literal. El universo me estuvo dando señales y es tan obvio que me enoja no haberlo notado antes: Tengo que matar al maldito gerente.

Voy a tener éxito.
Lo sé.
Después de todo, yo merezco ser el gerente...

martes, 20 de junio de 2017

Por Un Clavo


"Por la falta de un clavo fue que la herradura se perdió.
Por la falta de una herradura fue que el caballo se perdió.
Por la falta de un caballo fue que el caballero se perdió.
Por la falta de un caballero fue que la batalla se perdió.
Y así como la batalla, fue que un reino se perdió.
Y todo porque fue un clavo el que faltó".

Jacula Prudentum (1651)

jueves, 8 de junio de 2017

Corre


¡CORRE!

Otra vez despertó en mitad de la noche, agitada y sudorosa como si realmente hubiese estado corriendo. No recuerda la pesadilla que la despertó, solo la vaga reminiscencia de voces de mujeres gritando una y otra vez lo mismo: ¡CORRE!

No es la primera vez que tiene este sueño, pero se han hecho cada vez más frecuentes, sobre todo desde que se mudaron a la nueva casa.

¡CORRE!

La palabra se repite en su cabeza sin poder encontrarle significado. Le ha contado el sueño a su esposo, pero a este no le importa, cada vez que le cuenta él la ignora o directamente le dice que son tonterías.

Es un buen hombre, pero se preocupa demasiado, últimamente está muy irritable porque tienen problemas de dinero y por lo que la gente sigue diciendo de él.

¡CORRE!

La palabra se repite de nuevo en su cabeza y la llena de angustia, quiere despertarlo y contarle, pero sabe que él la ignorará.

Quizás así ignoraba a las otras.

Quizás por eso ha enviudado tres veces.

martes, 23 de mayo de 2017

Invictus


Out of the night that covers me,            
Black as the Pit from pole to pole,  
I thank whatever gods may be  
For my unconquerable soul.  
  
In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.  
Under the bludgeonings of chance  
My head is bloody, but unbowed.  
  
Beyond this place of wrath and tears  
Looms but the Horror of the shade,
And yet the menace of the years  
Finds, and shall find, me unafraid.  
  
It matters not how strait the gate,  
How charged with punishments the scroll,  
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul.

William Ernest Henley

viernes, 5 de mayo de 2017

La Sed Insaciable


Decir adiós... La vida es eso.
Y yo te digo adiós, y sigo...
Volver a amar es el castigo
de los que amaron con exceso.

Amar y amar toda la vida,
y arder en esa llama.
Y no saber por qué se ama...
Y no saber por qué se olvida...

Coger las rosas una a una,
beber un vino y otro vino,
y andar y andar por un camino
que no conduce a parte alguna.

Buscar la luz que se eterniza,
la clara lumbre durarera,
y al fin saber que en una hoguera
lo que más dura es la ceniza.

Sentir más sed en cada fuente
y ver más sombra en cada abismo,
en este amor que es siempre el mismo,
pero que siempre es diferente.

Porque en sordo desacuerdo
de lo soñado y lo vivido,
siempre, del fondo del olvido,
nace la muerte de un recuerdo.

Y en esta angustia que no cesa,
que toca el alma y no la toca,
besar la sombra de otra boca
en cada boca que se besa...


José Ángel Buesa

lunes, 24 de abril de 2017

El Pozo


Había un viejo pozo seco en el rancho, al menos, es lo que siempre creímos todos que era.

Ya estaba viejo y sellado cuando lo encontré en mi infancia, cubierto de maderas podridas, rodeado de malvas, lleno de telarañas y hojas secas.

Incluso ya estaba así cuando lo encontró mi padre también siendo un niño, quizás ni mi propio abuelo lo vio nunca dar agua.

Pero en esta tierra el agua es escasa, así que no es raro abrir pozos y luego abandonarlos una vez agotados, apuesto que cada maldito rancho en este lugar tiene al menos un pozo seco.

Quizás es por eso que nunca le dimos importancia, era sólo algo que estaba ahí, en el rincón más alejado de nuestras tierras, un punto tan maldito que para más inri, jamás sirvió como tierra de cultivo porque en él sólo crecían arbustos y cizaña.

Pero han sido malos tiempos para el rancho, ¿Saben?, primero una plaga que azotó los cultivos, luego el invierno más jodidamente frío que estas tierras han conocido y finalmente hubo una sequía que nos hizo pensar que no volvería a llover nunca. Al final uno termina haciendo cosas de las que jamás se creyó capaz...

Empezando por vender la tierra, al principio fue poco, sólo unas hectáreas del lugar que he trabajado toda mi vida, donde mi padre ha trabajado toda su vida, donde mi abuelo trabajo toda su vida al igual que su padre antes de él.

Sólo Dios sabe cuántas generaciones de mi familia dejaron su vida aquí antes de que yo viniera en maldita la hora y terminara vendiendo un pedazo de nuestra tierra a una corporación lechera.

Pero fue poco al principio, sólo unas hectáreas, Por supuesto eran hectáreas excelentes. Buenas tierras de cultivo, sí señor. Nadie en su sano juicio compraría un yermo salvaje donde sólo hay un pozo seco.

Claro que han sido muy malos tiempos.

Muchos amigos de la zona han vendido sus tierras, familias que han compartido sus vidas lado a lado por muchísimos años han vendido todo y desaparecido por el camino.

Ahora todos mis vecinos son la compañía lechera, una granja hidropónica y  una enorme filial de Monsanto donde sólo Dios sabe que hacen y yo definitivamente no quiero saber.

Incluso el viejo Tom, el eterno cacique del pueblo vendió todo y se fue al carajo, ¿De qué sirve ser cacique de un pueblo fantasma?

Somos realmente pocos los que quedamos, resistiendo las constantes visitas de abogados queriendo comprar, somos gente de antes, gente que sabemos que la tierra es fuerte, que la tierra nos hace más familia que la sangre. Amamos esta tierra y ella nos ama a nosotros, siempre nos da lo necesario para vivir.

La venta de la tierra sirvió para sostenernos el año posterior a la plaga, pero no para mucho más. El dinero empezó a escasear cuando tuvimos que alimentar al ganado pues, a falta de cosecha y vegetación, estaba muriendo de hambre.

Al final ni siquiera pudimos llegar a levantar la siguiente cosecha antes de aceptar que necesitábamos dinero o terminaríamos muriendo de hambre nosotros mismos con el ganado.

Mi padre es un hombre testarudo, difícil y complicado. Probablemente por eso lo dejo mi madre hace años y mi hermana jamás viene de visita.

Creo que en el fondo yo soy el único que sigue aquí porque soy igual que él.

Por eso y por amor. Amor a esta tierra no a mi padre. No me mal interpreten, amo al viejo con todo mi corazón y sé que él también me ama aunque jamás lo haya dicho, pero yo hablo de algo más profundo, el amor a la tierra es algo que no le puedes explicar a quién no ha tenido tierras y si las ha tenido no es necesario explicarlo. Les digo, amamos esta tierra y ella nos ama a nosotros.

Quizás sólo estoy siendo testarudo como el viejo.

El caso es que terminamos pidiendo dinero al banco. Porque claro que un pueblo puede sobrevivir aunque el cura se haya ido, el doctor más cercano este a 50 kilómetros y sólo quede un maldito maestro en toda la escuela, pero sería impensable no tener un jodido banco donde ir a empeñar el alma.

El préstamo vino bien y permitió levantar una buena cosecha, no como en los viejos tiempos, pero esos tiempos acabaron para todos. Fue una buena cosecha y punto.

Los pagos del crédito iban bien y en algún punto nos sentimos idiotamente optimistas al respecto.

Pero han sido muy malos tiempos...

Cuando azotó el invierno nadie estaba preparado para algo así, el hielo quemó hasta la mismísima tierra y ninguna cosecha pudo sobrevivir.

El buitre que envió el banco dijo que a causa de los intereses debíamos más de lo que nos habían prestado en un inicio, aún con todos los pagos realizados.

No les voy a mentir. Sé que no soy el mejor cristiano del pueblo y que jamás he intentado serlo, pero mi madre hizo un buen trabajo criándome. Jamás he albergado malos sentimientos contra nadie.

Hasta que conocí al abogado buitre.

Les digo, han sido malos tiempos y uno termina haciendo cosas que nunca haría...

Una mala noche, al salir de la cantina, vi al maldito jurista paseando por la calle, tan pagado de sí mismo por haber ayudado al banco a despojar a medio pueblo de sus tierras. No sé qué me sucedió, sólo sé que al día siguiente desperté en las celdas de la vieja comisaría, tenía una demanda por lesiones y un enemigo jurado.

No hace falta ser un genio para saber que el banco terminó arrancando otro pedazo de nuestro rancho y quedándose con él para venderlo inmediatamente a Monsanto o al mismísimo Satanás si tenía los suficientes billetes.

Fue ahí cuando comenzó la sequía. El noticiero habla de cambio climático, efecto invernadero y todas esas estupideces, pero yo sé lo que pasa realmente; Es la venganza de la tierra. A los que amamos la tierra, la tierra nos ama y nos da lo necesario, pero cada vez hay más idiotas que no la aman ni la respetan, la llenan con sus químicos y sus experimentos y entonces la tierra nos tiene que recordar quien manda.
Al final de ese año el tamaño del rancho era menos de la mitad de lo que había sido y las tierras de cultivo eran pocas y tremendamente secas, por lo que tuvimos que empezar a buscar opciones. Fue cuando volvimos a encontrar el maldito pozo.

Una mañana mi padre tomo el tractor y se fue a las tierras viejas. Haría varios años que ningunos nos parábamos ahí, pero la necesidad llama y uno tiene que hacer lo necesario para salir adelante. La intención del viejo era remover la tierra, eliminar la mala hierba y darle a la tierra una nueva oportunidad de dar vida. Sin embargo, esa tierra jamás ha dado nada bueno y por el contrario terminamos dañando el tractor cuando las viejas maderas del pozo cedieron bajo su peso.

Ni el viejo ni yo recordábamos el pozo. Carajo, si no fuera por la necesidad ni siquiera recordaríamos esta parte del rancho. Era de esos lugares que tienen algo, no sabes lo que es, pero que te hacen querer irte y no volver ni siquiera la mirada.

Gastamos todo un día en rescatar el tractor tirando de él con la camioneta, pero el daño ya estaba hecho. El eje y los muelles del cacharro estaban destrozados y no había dinero para las reparaciones. Pero no todo estaba perdido, teníamos un nuevo pozo y con algo de suerte quizás tuviera agua de nuevo en su interior.

Así que todas nuestras esperanzas y esfuerzos fueron a dar al pozo. ¿Entienden?, ¡fueron a dar al pozo! JAJAJAJA.

En fin. Lo primero era saber si el maldito pozo tenia agua, así que atamos un cubo al extremo de una soga y lo lanzamos al fondo. Bueno, eso del fondo es un decir. La verdad es que después de veinte metros de cuerda el maldito bote seguía suspendido en el aire. Tuvimos que sacarlo de nuevo y volver con una cuerda más larga al día siguiente.

Sin embargo el resultado fue el mismo, una cuerda de 40 metros bajo por el negro orificio y jamás toco fondo. Al menos es lo que creímos, es difícil saberlo con una cuerda tan larga colgando en peso muerto, hay momento en que sientes que pesa demasiado, como si algo más colgara de ella o como si alguien intentara jalarla desde el fondo.

Finalmente tuvimos que armar un arco con una polea y usar todo el rollo de cuerda que teníamos en el rancho.  No sé qué profundidad alcanzo al final, pero juraría que fueron más de 80 metros. Lo bueno es que encontramos agua. Lo malo es que encontramos algo más.

Pero no nos adelantemos, al principio todo fue bien, empezamos a trabajar el campo circundante al pozo y estuvimos sacando agua constantemente sin ningún inconveniente hasta el día del incidente.
Era otro día de trabajo como habían sido los últimos, alrededor del pozo, bajo el inclemente sol y en plena sequía. Trabajábamos todo lo que pudiéramos mientras hubiese luz de sol, por lo que parar e ir a casa a comer no era una opción. Todos los días llevábamos nuestra comida y nuestras bebidas con nosotros, pero el sol amenazaba con echar a perder los alimentos y calentaba de horrible manera los refrescos, así que se nos ocurrió resguardarlos en el pozo.

Colocamos la comida y los refrescos en el cubo y lo dejamos caer dentro del pozo, obviamente no hasta el fondo, solo lo dejamos caer lo suficiente para que estuvieran en un lugar fresco y luego pusimos una tranca en la polea y empezamos nuestra jornada.

Calculo que había pasado poco más de una hora cuando sucedió. Escuchamos un crujido sordo y abrupto, similar al que haría un hueso seco al quebrarse bajo tu pie. Era el palo de madera que hacía las veces de tranca para evitar que la cuerda siguiera bajando al pozo, la misma cuerda que ahora descendía con estrepitosa velocidad hacia el fondo de la tierra.

El viejo y yo corrimos a detenerla, pero la velocidad que llevaba hacía que se escurriese entre nuestros dedos. Al fondo del maldito agujero, la cuerda se agitaba salvajemente y el eco de repiqueteo del cubo contra las paredes lo hacía sonar como gruñidos salvajes.

Finalmente pudimos controlar  la cuerda y tratamos de jalarla pero algo tiro con fuerza de ella hacia el fondo. El viejo y yo intercambiamos una mirada nerviosa pero no dijimos nada, volvimos a tirar de la cuerda y nuevamente hubo una respuesta pero con mucha más fuerza esta vez.

Definitivamente, había algo allá abajo.

Nuevamente intentamos subir el cubo y esta vez no hubo resistencia, al contrario, la cuerda estaba sospechosamente ligera. Al final de la cuerda encontramos el cubo maltrecho y lleno de marcas parecidas a rasguños de garras o dientes. Era como si un perro enorme hubiese estado jugando con él. Pero eso no era todo, al fondo del maltrecho cubo encontramos un montón lodoso y húmedo de piedras.

Mi padre tomo una con curiosidad y la reviso rápidamente sin dejar de echar miradas nerviosas al pozo, luego tomo el resto y las envolvió en un pañuelo que puso en su bolsillo. Sobra decir que ninguno de los dos estaba tranquilo y era imposible que siguiéramos trabajando como si nada, así que acordamos irnos. Mientras caminaba a la camioneta volví la vista y vi a mi padre colocando el cubo lejos del pozo.

Había algo allá abajo y ninguno lo queríamos aquí arriba.

Y sin embargo volvimos al día siguiente. ¿Ya mencione que el viejo es un hombre testarudo? Pues lo es. Y mucho. Ese mismo día por la tarde se acercó a mí y dijo que teníamos que volver. Yo no podía creer lo que oía, sobre todo porque aún no me recuperaba del susto, pero mi padre tenía buenas razones. Primero, que si no trabajamos esa tierra nos vamos a morir de hambre o tendremos que vender el rancho entero y la segunda y más importante, que las piedras tomadas del cubo resultaron ser enormes trozos de material brillante que el viejo estaba seguro que era oro.

Según me contó, en tiempos del abuelo de su abuelo había oro en estas tierras, mucho oro, el cual, lógicamente, atrajo miles de personas que vinieron, acabaron con todo y se fueron. En aquellos tiempos los ríos estaban llenos de personas lavando rocas en búsqueda de pepitas y era común ver destellos dorados por todo el cauce.

Pero han sido malos tiempos ¿Saben?, el oro se terminó hace mucho y nadie había vuelto a encontrar nada de valor en esta zona, por lo menos hasta ahora.

El viejo incluso tenía una teoría muy aceptable, según decía debajo del pozo podría correr un río subterráneo lo suficientemente caudaloso y violento para haber tirado de la cuerda con esa fuerza, y que al jalarla nosotros, el cubo pudo haber raspado el lecho del río trayendo las valiosas piedras con él.

Ciertamente era una teoría difícil de aceptar, pero en aquel punto yo está dispuesto a creer cualquier cosa que sonara mínimamente posible, con tal de dejar de imaginar cosas. El caso es que volvimos al pozo. Sería tonto pretender que crean que volvimos por valentía o por amor a la tierra cuando lo  cierto es que volvimos por el oro, nada más.

Pero eso sí, una cosa era que el viejo terco tuviera una teoría y otra muy diferente que yo estuviera dispuesto a acercarme de nuevo al pozo, al menos no tan pronto. Así que al día siguiente mi padre me mando a la ciudad más cercana a tratar de verificar que lo que teníamos era oro de verdad y no pirita corriente (Oro de tontos).

Al principio no quería ir, mucho menos yo solo porque eso representaba un viaje de al menos 6 horas, pero sabía que el viejo no iba a ceder y que mi única alternativa era volver al pozo, así que temprano esa mañana salí del rancho y por primera vez en mi vida tuve una sensación de estar huyendo de ese lugar.

Pero estar en la ciudad no fue mejor, nunca me he sentido cómodo en esos lugares, así que de inmediato me dirigí a la primera casa de empeños que encontré y trate de vender una roca. El dependiente me veía nervioso una y otra vez mientras revisaba la piedra y al final me dijo que él no podía comprarla, pero que podía contactar a alguien que sí. Decidí ir a comer algo en lo que el tipo hacia sus llamadas, pero casi de inmediato me llamó y me pidió ir a la tienda de nuevo.

El sujeto al que llamó estaba con él en la tienda y no me dio buena espina en absoluto, era incluso peor que la clase de persona que uno espera encontrar en un negocio de mala muerte como este. Inmediatamente empezó a cuestionarme de donde había sacado esas piedras y que si cuantas tenia. Mentí como nunca en la vida tratando de convencerles de que las había encontrado en un paquete caído al lado del camino. Ellos fingieron creerme y yo fingí no darme cuenta de que lo sabía, al final me entregaron un generoso puño de billetes arrugados y me dejaron ir siempre que les prometiera volver si acaso “Me encontraba” de nuevo con un paquete igual.

En la mañana sentí que huía del rancho y después de esa experiencia huía de la ciudad, pero esta vez no me sentía solo en absoluto, al contrario, varias veces estuve seguro que alguien me seguía, pero no lo pude confirmar del todo.

Finalmente volví a casa emocionado y asustado a partes iguales, deseando contar a mi padre las buenas noticias del oro, pero eso no era nada en comparación con lo que el viejo tenía que contar.

Durante el día no resistió la tentación y volvió al pozo. Intento una y otra vez sin éxito repetir el resultado del día anterior. Pero justo cuando estaba a punto de darse por vencido, se le ocurrió la idea, puso en el cubo un chocolate que llegaba en la pechera del overol de trabajo y dejo deslizarse la cuerda.

No mucho tiempo después, pero si antes de llegar al fondo, la cuerda dio un salto brusco y nuevamente se escuchó ajetreo al fondo del pozo, cuando elevo la cuerda el cubo traía una pequeña y brillante piedra.

En este punto yo estaba horrorizado, pero la expresión de mi padre era de júbilo y le brillaban los ojos como a un maníaco. Fue ahí cuando pronuncio la frase que aun hoy escucho en mis pesadillas: “Le gustan las gallinas”.

Yo en pleno shock aun no terminaba de entender a que se refería mi padre cuando este repitió “Le gustan las gallinas” mientras ponía sobre la mesa dos puñados de lodosas piedras brillantes.

Había algo (o alguien) allá abajo y le gustan las gallinas.

Ni siquiera recuerdo como llegué a mi habitación, lo que si recuerdo es que esa noche es la más larga que he pasado en toda mi vida. Sobra decir que no pude pegar el ojo en toda la noche.

A la mañana siguiente el viejo y yo tuvimos que hablar claro durante el desayuno, nada de ríos subterráneos ni oro de tontos, había algo allá abajo y ambos lo sabíamos, ahora el plan era decidir qué haríamos al respecto.

Yo propuse tapar el pozo, después de todo, es lo mismo que hicieron otros antes de nosotros por alguna razón que aun desconocíamos y que, en lo personal, no me apetecía conocer. Pero el viejo se opuso. Por fin teníamos a la mano los medios para salvar el rancho y no perderle, al fin y al cabo, el pozo se podía sellar luego, cuando tuviéramos suficiente oro.

Como dije, esta tierra siempre te da lo que necesitas, pero cuídate mucho de no tomar más de lo que requieres. Después de pensarlo un rato decidimos que eso haríamos, juntaríamos un poco de oro, solo lo necesario para salvar el rancho y luego sellaríamos el maldito pozo.

Sonaba como un plan endemoniadamente bueno, pero ¿Acaso no suenan siempre así todos los planes que acaban terriblemente mal?

Pasamos un par de días buenos, por la mañana subíamos algunas gallinas a la camioneta e íbamos al pozo, por la tarde volvíamos sin las gallinas, pero con algunos muy valioso puñados de piedras.

Sabíamos que lo que nos habían dado en la casa de empeños era una nimiedad, ese oro debía de valer mucho más, pero tampoco se trataba de arriesgarse y ser descuidado, había que ser pacientes, juntar lo suficiente y luego venderlo todo junto.

Cada noche volvíamos a casa hablando de todo lo que haríamos con el oro: Un nuevo cobertizo, un pozo de aire, un nuevo tractor; Carajo, al paso que íbamos podríamos comprar de vuelta las tierras que vendimos sin importar el precio que pidieran por ellas.

Pero como ya he dicho, han sido malos tiempos.

Una noche se acabaron todas las gallinas. No un día. NO. Una noche. Por la mañana salimos a la camioneta dispuestos a repetir nuestra nueva rutina y al llegar al gallinero encontramos un desastre de plumas y sangre. Algo había entrado por la noche y había acabado con todas las gallinas.

Al principio pensamos que pudo ser un Coyote o algún león de montaña, aún se llega a ver alguno de vez en vez por estas tierras, pero nuestro gallinero era firme y a prueba de esos animales. La madera tenía huellas de garras y dientes por todas partes y al final la malla metálica fue partida a la mitad con algo muy afilado y de una fuerza descomunal.

Inmediatamente fuimos al pozo. Ninguno de los dos hablaba, nadie contaba planes ni proponía que cosas comprar con el oro, una sombra en nuestras caras anunciaba claramente que esto no era parte del plan.

Nuestros temores se confirmaron al llegar al negro agujero en el piso. Cerca de la orilla había un pequeño montón de rocas brillantes, mezcladas con lodo, plumas y sangre.

Mi padre se apresuró a subir la cuerda y el cubo para dejarlos fuera del pozo, después tomo el montón de piedras y nos fuimos inmediatamente de ese lugar, huyendo como si hubiésemos visto al diablo. Quizás lo habríamos visto si hubiésemos llegado un poco más temprano…

No fuimos al pozo durante una semana. Cada vez que pensaba en eso me venían arcadas pues escuchaba en mi mente a mi padre diciendo “Le gustan las gallinas” y veía la sangre y las plumas regadas por todo el rancho.

Finalmente decidimos cerrarlo, tapar para siempre ese maldito agujero y olvidarnos de que existía. Estábamos decididos a hacerlo, pero ninguno de los dos quería acercarse otra vez. Ambos estábamos nerviosos todo el tiempo y apenas hablábamos, éramos como un par de fantasmas deambulando por la casa.

Casi gritamos del susto la mañana que alguien llamo a la puerta.

De entre todas las personas del pueblo, de la ciudad cercana, inclusive de todo el maldito país, la última persona en quien habría pensado estaba tocando la puerta. Mi padre abrió y frente a él se encontraba el mismísimo abogado buitre.

El viejo no se movió de su lugar, ni le invito a pasar ni mucho menos le ofreció algo de beber y solo se limitó a mirarlo fijamente esperando que dijera lo que vino a decir y se largara. Pero el maldito no parecía dispuesto a irse pronto, trato de que lo invitáramos a pasar usando su encanto y palabrería, pero nada de eso funcionaba.

Finalmente se cansó de aparentar y mostró sus cartas: “Vengo por el oro.” Fue todo lo que dijo pero no hizo falta más. Mi padre y yo nos quedamos helados al escucharlo, lo cual le dio oportunidad de seguir y empezar a exponer su punto. Sabía que teníamos oro, que lo habíamos ido a vender a la ciudad y según su contacto era muy buen oro. Su propuesta era simple: Quería una parte. No le importaba como lo obteníamos, pero tenía perfectamente claro que no teníamos un permiso de extracción, por lo cual, según explicó, el gobierno se podría quedar con todo.

Ahí es donde, según dijo, lo necesitábamos a él. El licenciado del mal se encargaría de todo el papeleo, los permisos y por supuesto la venta del material, quedándose con una “generosa pero justa” comisión. En caso de no aceptar, su “deber civil” era informar a las autoridades de la irregular situación, con lo cual posiblemente perderíamos todo.

Han sido malos tiempos y nuevamente el abogado buitre era el ave de mal agüero que traía la tormenta.

La discusión fue sumamente corta, no teníamos opción y el muy maldito lo sabía, además no se iba a ir hasta que le diésemos una respuesta, así que al final tuvimos que acceder a todos sus términos. Bueno, no a todos, al menos no al principio. Él insistía en saber cómo habíamos logrado montar una mina en nuestras tierras sin que nadie se enterara. Lógicamente no podíamos decirle que lanzábamos gallinas a un pozo y que algo allá abajo nos pagaba con pepitas de oro, así que opte por contarle una versión distorsionada de los hechos, diciéndole que encontramos un viejo pozo en los campos y que al bajar a cavar para reactivarlo, habíamos encontrado la veta.

Todo podría haber salido bien si tan solo se hubiese tragado el cuento y se hubiese largado, pero no, nuestro indeseable visitante insistió en ver el pozo y aunque ni mi padre ni yo teníamos intención de volver allá más que a cerrar el maldito lugar, al final tuvimos que ceder.

Cuando llegamos todo parecía normal, la cuerda con el cubo estaba enrollada a un lado del pozo tal como la habíamos dejado y el viento se había encargado de las plumas y de cubrir con tierra los rastros de sangre.

El canalla estaba en éxtasis, no podía creer lo simple de todo aquello. Lo primero que hizo fue tomar el cubo y lanzarlo al fondo de la cavidad, con tanta prisa que ni siquiera reparo en los arañazos y marcas de dientes que tenía el metálico recipiente. Mi padre y yo intercambiamos una mirada nerviosa pero no dijimos nada. Su intención era saber que profundidad tenía y se sorprendió bastante de todo lo que tardó el cubo en caer.

Cuando subió de nuevo el cubo, tomó un poco de agua, se enjuagó las manos y entonces lo devolvió al pozo trabando la cuerda para no dejarlo bajar del todo, después de eso volteo y nos enfrentó. Dijo que ese pozo tenia agua y que no había rastro de material de mina, que más nos valía confesar la verdad porque no tenía tiempo para juegos.

Debo aclarar que no estoy orgulloso de lo que pasó después, de hecho, ni siquiera estoy seguro de cómo pasó, yo me encontraba en un trance febril, un poco impulsado por el miedo a lo que había en el pozo y otro poco impulsado por mi odio al abogado buitre, solo recuerdo haberle dicho algo sobre una escalera oculta para bajar al pozo y que la vería si se acercaba más.

Cuando se acercó al agujero lanzó un aullido de sorpresa y cayo al fondo del pozo sin dejar de gritar.

De pronto me di cuenta de que yo estaba parado en el lugar donde él estuvo un segundo antes, con mis manos aun extendidas después de haberlo empujado.

Luego vino el miedo y el pánico. El viejo y yo nos vimos a los ojos sin poder creer lo que acababa de pasar y corrimos a detener la cuerda del pozo que ahora corría vertiginosamente al fondo de la tierra. Luchamos unos instantes y de pronto por fin la caída se detuvo, hubo un breve momento de silencio y luego los gritos reanudaron, pero esta vez no eran de sorpresa, era gritos de terror.

La cuerda se agitaba salvajemente y por más que luchábamos para subirla, una fuerza superior tiraba de ella hacia abajo. Después de lo que pareció una eternidad, finalmente pudimos empezar a izar la soga, lentamente debido al peso que traía con ella. Sinceramente no sé qué esperábamos encontrar, quizás la adrenalina del momento nos hacía albergar esperanzas de encontrar al abogado buitre afianzado al final de la cuerda, endemoniadamente molesto, pero vivo. La verdad es que ninguno dijo nada en los segundos que tardamos en subir la cuerda y el silencio era tan pesado que empecé a reír histéricamente solo para escuchar algo.

Pero la risa termino de golpe cuando terminamos de subir la cuerda.

Al final de esta se encontraba el cubo aún más maltratado, bañado en sangre, colgando girones de ropa y solo Dios sabrá que cosas más, pero eso sí, lleno hasta el tope de piedras brillantes.

Mi padre de sentó en la tierra, cubierto en sudor por el esfuerzo y mudo sin quitar la vista del cubo que colgaba frente a nosotros. Mientras tanto yo luchaba contra el asco y las náuseas. "Creo que ahora ya no le gustarán tanto las gallinas" pensé y otra vez empecé a reír como maniático.

Tienes que deshacerte de su vehículo”, fue todo lo que dijo el viejo y yo di la vuelta y empecé a caminar de vuelta al lugar donde estaba aparcado. No conteste nada. No pregunte nada. Me urgía escapar de ese lugar. Solo tomé el volante y conduje sin rumbo hasta que noté que era de noche.

Abandoné el vehículo en una calle de aspecto bastante inseguro en la ciudad, deje las llaves puestas y las puertas abiertas. Creo que era bastante seguro que no volveríamos a verlo, pero aun cuando lo encontraran yo ya no pensaba estar cerca. Había decidido largarme de una buena vez del rancho. Ni todo el amor por la tierra o por el viejo me mantendría cerca de aquel maldito agujero.

Al menos es lo que creí, pero ya saben, han sido malos tiempos.

Al volver al rancho me encontré al viejo en la mesa de la cocina, al parecer él tampoco había dormido nada. Sobre la mesa había un montón de piedras dorado terroso. Me dijo que era todo lo que teníamos hasta ahora. Más de la mitad eran lo que habíamos recibido por el abogado del diablo, al parecer el viejo había vaciado el cubo y había lavado todas las piedras.

Junto a las piedras había un par de cartuchos viejos que de inmediato reconocí. Era dinamita. Mi padre solía fabricarlos cuando era niño para llevarnos a pescar con ellos, antes de que estuviera prohibido.

Me dijo que tenía un plan: llevaríamos las últimas cabezas de ganado que teníamos en el rancho al pozo, sacaríamos todo lo que pudiéramos de ahí y luego meteríamos el par de cartuchos encendidos y los lanzaríamos al fondo para sellar esa maldita apertura de una vez por todas.

Ya no importaba el rancho, ni las tierras ni nada, lo único que importaba era tomar el oro, cerrar el pozo y largarse de ahí lo más pronto posible. Y yo estaba perfectamente bien con eso…

Una vez acordado el plan, tomé un largo baño, comí todo lo que pude tragar y me fui a tratar de dormir. No supe más de mí hasta la madrugada del día siguiente, el cielo afuera aún estaba oscuro pero no quería seguir en la cama, así que me levante y salí a preparar todo para nuestra última excursión al pozo.

Cargué la camioneta con algunas herramientas, enganché el remolque para transportar ganado y llevé ahí un par de nuestras mejores vacas. Luego entre a la casa y preparé el desayuno.

Al principio no me sorprendió no encontrar al viejo en pie, después de todo yo había despertado en plena madrugada, pero al terminar de cocinar noté que el sol ya había salido por completo y mi padre siempre ha sido persona de campo, jamás se levanta después de que sale el sol.

Le llamé un par de veces desde el pie de la escalera, pero sabía que tendría que subir. Algo dentro de mí lo sabía desde antes pero no quería aceptarlo. Al final subí sin dejar de llamarlo hasta que llegué a la puerta de su habitación. La puerta estaba llena de rasguños y marcas.

Tarde una eternidad en darme valor para entrar y cuando finalmente lo hice la escena fue peor de lo que pude haber imaginado. La cama estaba totalmente cubierta de sangre y había chorros escurriendo por las paredes y la ventana dándole a la habitación una iluminación rojiza y nauseabunda. No había rastro del viejo lo único que encontré fue otro montón de relucientes piedras sobre el colchón.

Creo que se hacen una idea de lo que pasó.

Yo por lo menos no he hecho otra cosa durante todo el día más que imaginarlo.

Imaginarlo y esperar.

En estos momentos sigo esperando sentado en mi habitación. Sé que vendrá. No estoy seguro de si algún día encontraran estas páginas y sepan lo que pasó en realidad, pero de lo que si estoy seguro es que eso vendrá por mí.

Afuera ya oscureció, es hora de guardar este escrito y preparar la dinamita.

Dios, me muero de ganas de ver sus ojos (¿Acaso tiene ojos?) cuando entre a mi habitación y me encuentre despierto, con el explosivo en una mano y el encendedor en la otra.

¿Sentirá miedo?

¿Sentirá arrepentimiento?

¿Todavía le gustaran las gallinas?

Quizás nunca lo sepa pero sé que le va a doler.

Definitivamente han sido muy malos tiempos, pero juro por Dios que se terminan hoy...

lunes, 17 de abril de 2017

Fin del Mundo



"Hasta el fin del mundo es hermoso."

Eso pensaba mientras miraba el cielo naranja y los hongos de humo nuclear en el horizonte. Aquí, sentado en su mecedora, no podía importarle menos estar atestiguando el fin del mundo.

No lee las noticias desde hace tiempo, realmente no sabe que detonó todo el alboroto, solo sabe que de pronto varios países empezaron a lanzarse unos a otros todo su arsenal nuclear. Si, ese mismo arsenal que juraban no tener. En las últimas horas, todas las grandes ciudades del mundo se volvieron solo un vago recuerdo.

"Y sin embargo es un hermoso fin del mundo."

El cielo está lleno de tonos naranjas con vetas caprichosas de verdes y violetas, como una toxica aurora boreal. 

La última aurora boreal.

Pero nada de esto le importa en verdad. En este momento él solo piensa en ella.

No piensa en venganza alguna, ni siquiera contra los padres que llenaron su infancia de abusos, vejaciones y sufrimientos. Tampoco piensa en la radiación que su cuerpo debe de estar recibiendo en estos momentos, y mucho menos piensa en arrepentimientos ni en absoluciones. Es perfectamente consciente de todo lo malo que hizo y está convencido que no merece ningún perdón.

Él solo piensa en ella. 

No puede evitar desear que todo hubiese sido diferente entre ellos, más convencional, pero aun así, el tiempo con ella fue la mejor época de su vida. Solo fueron unos pocos años, los últimos, sin embargo esos años hicieron valer toda su existencia.

No está orgulloso de lo que hizo, pero ha dedicado su vida a complacerla y tratar de hacerla feliz para compensarla. No hay forma de lograrlo. Incluso cuando a veces un destello de felicidad se asoma en ella, él sabe que no es del todo real. Pero no por eso ha dejado de intentarlo.

Justo hace unos minutos se despidió de ella, comió a su lado sin decirle nada de lo que sucede afuera y en cambio le contó la vieja fabula del elefante de circo, aquel que desde pequeño es atado con una cuerda a una estaca en el piso y cuando crece, la estaca lo sigue deteniendo porque ya ni siquiera hace el intento de moverla.

"Nunca seas ese elefante", le dijo. 

Luego la beso y se fue para siempre. Salió del sótano donde la ha mantenido encerrada desde que la secuestró y por primera vez en todos estos años, no cerró la puerta con llave.

Ahora, aquí sentado, viendo el fin del mundo, solo espera que el sótano la mantenga a salvo de la radiación y que ella no sea como ese elefante, que no haya dejado de intentar. Espera que eventualmente vaya a esa puerta y la abra. Reza para que ella pueda sobrevivir a esto y quizás ser de verdad feliz.

Porque él solo desea lo mejor para ella.

Porque podrá ser un monstruo, pero a su manera la ama...




miércoles, 5 de abril de 2017

Cazar Palabras


A veces las palabras huyen, las musas suelen ser seres morbosos, la felicidad las aburre, prefieren la compañía de los bohemios, les gusta beber de la melancolía y ofrecer consuelo con sus dotes a los desdichados.

Y mientras tanto, los otros, los que de momento no vivimos en la nostalgia, ni nos emborrachamos de añoranza,  tenemos que esperar pacientes a que las musas nos recuerden. 

Tenemos que salir armados a cazar las tan amadas palabras.

Porque las letras también son veleidosas, les gusta saberse amadas pero no siempre corresponden ese amor de la misma manera.

martes, 21 de marzo de 2017

Canción Del Amor Lejano


Ella no fue, entre todas, la más bella,
pero me dio el amor más hondo y largo.
Otras me amaron más; y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.

Acaso fue porque la amé de lejos,
como una estrella desde mi ventana...
Y la estrella que brilla más lejana
nos parece que tiene más reflejos.

Tuve su amor como una cosa ajena
como una playa cada vez más sola,
que únicamente guarda de la ola
una humedad de sal sobre la arena.

Ella estuvo en mis brazos sin ser mía,
como el agua en cántaro sediento,
como un perfume que se fue en el viento
y que vuelve en el viento todavía.

Me penetró su sed insatisfecha
como un arado sobre llanura,
abriendo en su fugaz desgarradura
la esperanza feliz de la cosecha.

Ella fue lo cercano en lo remoto,
pero llenaba todo lo vacío,
como el viento en las velas del navío,
como la luz en el espejo roto.

Por eso aún pienso en la mujer aquella,
la que me dio el amor más hondo y largo...
Nunca fue mía. No era la más bella.
Otras me amaron más... Y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.

José Ángel Buesa

martes, 7 de marzo de 2017

Miedos...


Todos tenemos miedos, sobre todo de niños.

En mi infancia estaba convencido que había un ser bajo mi cama, siempre acechando y dispuesto a tomar mis pies en cuanto tocaran el piso. A veces el monstruo jugaba conmigo y se escondía en el armario, tras la cortina o en la enorme muñeca de mi hermana, pero siempre era él, el mismo monstruo, jugando conmigo y sabiendo que lo peor no eran las cosas que pudiera hacer , sino todas aquellas cosas de las que yo lo imaginaba capaz.

En algún punto los miedos cambian, empezamos a temer a otros demonios, como el rechazo, el desempleo o el SAT. La adultez nos arremete como conquistador precolombino, destruyendo dioses paganos e instaurando los suyos propios.

Y en algún punto te das cuenta que el niño que fuiste  se escondería del adulto que eres, ese niño se taparía hasta la cabeza, cuidando de guardar muy bien los pies, con la esperanza que así no puedas atraparlo. 

Quizás el monstruo bajo la cama tenía razones para esconderse de ti, quizás ahora el monstruo duerme sobre la cama...




viernes, 17 de febrero de 2017

Se Busca...


Se busca lo que falta, lo que no se encuentra, lo que se carece o lo que se necesita.

Yo, sin saber, te buscaba desde antes, ahora entiendo que te he buscado siempre, aunque no sabia que lo hacia. 

Hasta encontrarte no sabia la falta que me hacías y por eso mismo te sigo buscando.

Te busco a mi lado en cada amanecer para darte los buenos días, te busco a mi lado para compartir contigo cuando algo me divierte o me sorprende, te busco al otro lado de la habitación, en reuniones con amigos, para que en silencio interpretes el amor en mi mirada.

Todavía te busco a diario y tengo la enorme bendición de encontrarte ahí.

No pienso dejar de buscarte para que nunca me faltes...


miércoles, 25 de enero de 2017

The Millenial Question



Transcript of an interview with Simon Sinek about his take on millennials in the workplace recorded on Dec of 2016. 


Apparently, millennials as a group of people, which are those born from approximately 1984 and after, are tough to manage. They are accused of being entitled and narcissistic, self interested, unfocused and lazy - but entitled is the big one. 

Because they confound the leadership so much, leaders will say “what do you want?” And millennials will say “we want to work in a place with purpose, we want to make an impact, we want free food and bean bag chairs.” Any yet when provided all these things they are still not happy. And that is because there is a missing piece.

It can be broken down into 4 pieces actually. 
1 Parenting. 
2 Technology. 
3 Impatience. 
4 Environment.

The generation that is called the millennials, too many of them grew up subject to “failed parenting strategies.” Where they were told that they were special - all the time, they were told they can have anything they want in life, just because they want it. Some of them got into honors classes not because they deserved it but because their parents complained. Some of them got A’s not because they earned them, but because the teachers didn’t want to deal with the parents. Some kids got participation medals, they got a medal for coming in last. Which the science we know is pretty clear is that it devalues the medal and the reward for those who actually work hard and that actually makes the person who comes in last embarrassed because they know they didn’t deserve it so that actually makes them feel worse.

You take this group of people and they graduate and they get a job and they’re thrust into the real world and in an instant they find out they are not special, their mom’s can’t get them a promotion, that you get nothing for coming in last and by the way you can’t just have it because you want it. In an instant their entire self image is shattered. So we have an entire generation that is growing up with lower self esteem than previous generations.

 The other problem to compound it is we are growing up in a Facebook/Instagram world, in other words, we are good at putting filters on things. We’re good at showing people that life is amazing even though I am depressed…

Everybody sounds tough, and everybody sounds like they have it all figured out and the reality is there’s very little toughness and most people don’t have it all figured out. So when the more senior people say “well, what should we do?” they sound like “this is what you gotta do!” - but they have no clue.

So you have an entire generation growing up with lower self esteem than previous generations - through no fault of their own, they were dealt a bad hand. Now let’s add in technology. We know that engagement with social media and our cell phones releases a chemical called dopamine. That’s why when you get a text - it feels good. In a 2012 study, Harvard research scientists reported that talking about oneself through social media activates a pleasure sensation in the brain usually associated with food, money and sex. It’s why we count the likes, it’s why we go back ten times to see if the interaction is growing, and if our Instagram is slowing we wonder if we have done something wrong, or if people don’t like us anymore. The trauma for young kids to be unfriended it too much to handle. We know when you get the attention it feels good, you get a hit of dopamine which feels good which is why we keep going back to it. Dopamine is the exact same chemical that makes us feel good when we smoke, when we drink and when we gamble. In other words, it’s highly, highly addictive…

We have age restrictions on smoking, drinking and gambling but we have no age restrictions on social media and cell phones. Which is the equivalent of opening up the liquor cabinet and saying to our teenagers “hey by the way, if this adolescence thing gets you down - help yourself.”

An entire generation now has access to an addictive, numbing chemical called dopamine, through cellphones and social media, while they are going through the high stress of adolescence. 

Why is this important? Almost every alcoholic discovered alcohol when they were teenagers. When we are very, very young the only approval we need is the approval of our parents and as we go through adolescence we make this transition where we now need the approval of our peers. Very frustrating for our parents, very important for the teenager. It allows us to acculturate outside of our immediate families and into the broader tribe. It’s a highly, highly stressful and anxious period of our lives and we are supposed to learn to rely on our friends.  

Some people, quite by accident, discover alcohol, the numbing effects of dopamine, to help them cope with the stresses and anxieties of adolescence. Unfortunately that becomes hard wired in their brains and for the rest of their lives, when they suffer significant stress, they will not turn to a person, they will turn to the bottle. Social stress, financial stress, career stress, that’s pretty much the primary reasons why an alcoholic drinks. But now because we are allowing unfettered access to these devices and media, basically it is becoming hard wired and what we are seeing is that they grow older, too many kids don’t know how to form deep, meaningful relationships. “Their words, not mine.”

They will admit that many of their relationships are superficial, they will admit that they don’t count on their friends, they don’t rely on their friends. They have fun with their friends, but they also know that their friends will cancel on them when something better comes along. Deep meaningful relationships are not there because they never practiced the skillset and worse, they don’t have the coping mechanisms to deal with stress. So when significant stress begins to show up in their lives, they’re not turning to a person, they’re turning to a device, they’re turning to social media, they’re turning to these things which offer temporary relief. 

We know, the science is clear, we know that people who spend more time on Facebook suffer higher rates of depression than people who spend less time on Facebook.

These things balanced, are not bad. Alcohol is not bad, too much alcohol is bad. Gambling is fun, too much gambling is dangerous. There is nothing wrong with social media and cellphones, it’s the imbalance.

If you are sitting at dinner with your friends, and you are texting somebody who is not there - that’s a problem. That’s an addiction. If you are sitting in a meeting with people you are supposed to be listening and speaking to, and you put your phone on the table, that sends a subconscious message to the room “you’re just not that important.” The fact that you can’t put the phone away, that’s because you are addicted. 

If you wake up and you check your phone before you say good morning to your girlfriend, boyfriend or spouse, you have an addiction. And like all addictions, in time, it will destroy relationships, it will cost time, it will cost money and it will make your life worse.

So we have a generation growing up with lower self-esteem that doesn’t have the coping mechanisms to deal with stress and now you add in the sense of impatience. They’ve grown up in a world of instant gratification. You want to buy something, you go on Amazon and it arrives the next day. You want to watch a movie, logon and watch a movie. You don’t check movie times. You want to watch a TV show, binge. You don’t even have to wait week-to-week-to-week. Many people skip seasons, just so they can binge at the end of the season…

Instant gratification. You want to go on a date? You don’t even have to learn how to be socially awkward on that first date. You don’t need to learn how to practice that skill. You don’t have to be the uncomfortable person who says yes when you mean no and no when you mean yes. Swipe right - bang - done! You don’t even need to learn the social coping mechanism.

Everything you want you can have instantaneously. Everything you want, instant gratification, except, job satisfaction and strength of relationships - their ain’t no out for that. They are slow, meandering, uncomfortable, messy processes. 

And so millennials are wonderful, idealistic, hardworking smart kids who’ve just graduated school and are in their entry-level jobs and when asked “how’s it going?” they say “I think I’m going to quit.” And we’re like “why?” and they say “I’m not making an impact.” To which we say - “you’ve only been there eight months…” 

It’s as if their standing at the foot of a mountain and they have this abstract concept called impact that they want to have on the world, which is the summit. What they don’t see is the mountain. I don’t care if you go up the mountain quickly or slowly, but there’s still a mountain. And so what this young generation needs to learn is patience. That some things that really, really matter, like love or job fulfillment, joy, love of life, self confidence, a skillset, any of these things, all of these things take time. Sometimes you can expedite pieces of it, but the overall journey is arduous and long and difficult and if you don’t ask for help and learn that skillset, you will fall off the mountain. Or the worst case scenario, we’re seeing an increase in suicide rates in this generation, we’re seeing an increase in accidental deaths due to drug overdoses, we’re seeing more and more kids drop out of school or take a leave of absence due to depression. Unheard of. This is really bad.

The best case scenario, you’ll have an entire population growing up and going through life and just never really finding joy. They’ll never really find deep, deep fulfillment in work or in life, they’ll just waft through life and it things will only be “just fine.” “How’s your job?” “It’s fine, same as yesterday...” “How’s your relationship?” “It’s fine…”

That’s the best case scenario.  

Which leads to the fourth point which is environment. Which is we’re taking this amazing group of young, fantastic kids who were just dealt a bad hand and it’s no fault of their own, and we put them in corporate environments that care more about the numbers than they do about the kids. They care more about the short-term gains than the life of this young human being. We care more about the year than the lifetime. We are putting them in corporate environments that are not helping them build their confidence. That aren’t helping them learn the skills of cooperation. That aren’t helping them overcome the challenges of a digital world and finding more balance. That isn’t helping them overcome the need for instant gratification and teach them the joys and impact and the fulfillment you get from working hard on something for a long time that cannot be done in a month or even in a year.

So we thrust them into corporate environments and the worst thing is they think it’s them. They blame themselves. They think it’s them who can’t deal. And so it makes it all worse. It’s not them. It’s the corporations, it’s the corporate environment, it’s the total lack of good leadership in our world today that is making them feel the way they do. They were dealt a bad hand and it’s the company’s responsibility to pick up the slack and work extra hard and find ways to build their confidence, to teach them the social skills that their missing out on. 

There should be no cellphones in conference rooms. None, zero. When sitting and waiting for a meeting to start, instead of using your phone with your head down, everyone should be focused on building relationships. We ask personal questions, “How’s your dad? I heard he was in the hospital.” “Oh he’s really good thanks for asking. He’s actually at home now.” “Oh I’m glad to hear that.” “That was really amazing.” “I know, it was really scary for a while there.” -- That’s how you form relationships. “Hey did you ever get that report done?” “No, I totally forgot.” “Hey, I can help you out. Let me help you.” “Really?” -- That’s how trust forms. Trust doesn’t form at an event in a day. Even bad times don’t form trust immediately. It’s the slow, steady consistency and we need to create mechanisms where we allow for those little innocuous interactions to happen. 

When we are out with friends, as we are leaving for dinner together, we leave our cell phones at home. Who are we calling? Maybe one of us will bring a phone in case we need to call an Uber. It’s like an alcoholic. The reason you take the alcohol out of the house is because we cannot trust our willpower. We’re just not strong enough. But when you remove the temptation, it actually makes it a lot easier. When you just say “Don’t check your phone,” people will just go to the bathroom and what’s the first thing we do? We look at the phone.

When you don’t have the phone, you just check out the world. And that’s where ideas happen. The constant, constant, constant engagement is not where you have innovation and ideas. Ideas happen when our minds wander and we see something and we think, “I bet they could do that…” That’s called innovation. But we’re taking away all those little moments. 

None of us should charge our phones by our beds. We should be charging our phones in the living rooms. Remove the temptation. We wake up in the middle of the night because you can’t sleep, you won’t check your phone, which makes it worse. But if it’s in the living room, it’s relaxed, it’s fine. Some say “but it’s my alarm clock.” Buy an alarm clock. They cost eight dollars.

The point is, we now in industry, whether we like it or not, we don’t get a choice, we now have a responsibility to make up the shortfall. And help this amazing, idealistic, fantastic generation build their confidence, learn patience, learn the social skills, find a better balance between life and technology because quite frankly it’s the right thing to do.

You can find more about Simon Sinek and his books at his site www.startwithwhy.com.

This article originally appeared at: http://davidgosse.com/transcript-of-simon-sineks-millennials-in-the-workplace-interview.