jueves, 23 de noviembre de 2017

Antojos


-¿Qué se te antoja?, pregunto ella desde el otro lado del sillón.
-Tú, fue toda la respuesta que él le dio.

Ella volteó a verlo aun con el control remoto en la mano apuntando al televisor, buscaba en su cara algún atisbo que delatara que bromeaba, pero él tenía la mirada ausente, perdida hacia la pantalla desde donde el logotipo de Netflix esperaba su selección.

Ella soltó una risa nerviosa dando por sentado que era una broma y giro de nuevo su vista a la pantalla, dispuesta a retomar su plan de ver algo juntos, pero en ese momento él hablo de nuevo, con su mirada aun perdida y en un murmullo ronco y apenas audible:

-Te me antojas tú - repitió él -. Justo en este momento, sentado al otro lado del sillón como si nos separara un abismo me estoy preguntado todo esto:
-¿A qué sabrás?
-¿Cómo será tu humedad?
-Al pasar mi lengua por tus labios ¿El sabor será salado o agridulce?
-Al entrar en tus profundidades ¿Sentiría tu acidez?
-Si recorro tus paredes ¿Percibiría ese característico regusto amargo?
-Si chupara y succionara de ti ¿Habría un toque de dulzura como lo hay en tu voz?
-Si atrapara tu clítoris y potenciara tus jugos, ¿Estos serían ardientes como tu alma y tu espíritu?
-¿Tu sabor sabría a lagrimas o sabría a sudor?
-Si te recorro completa ¿Sería igual la consistencia a la de tus besos?
¿Alguna vez has probado tu sabor?
¿Lo beberías de mi boca?
¿Sabrías diferente si con mi lengua te llevo al punto de explotar?
¿Tu orgasmo cambiaría el sabor?
¿Qué se siente beberte?
¿Saciaría esta sed de ti?

-Todo eso me pregunto mientras salivo, mientras mi boca se llena de un jugo que no es el tuyo por más que yo lo desee. Trato de imaginar tu sabor, temperatura, consistencia, textura y de acompañar todo eso con tu orquesta de gemidos, en esa voz que tanto me encanta. Podría seguirte comiendo solo por el placer de escucharte.

-Me enloquece el solo imaginar cómo serían tus gemidos si atrapo tu botón y juego con él. ¿Gritarías? ¿Usarías tu misma voz? esa voz me encanta y me embelesa. ¿Cómo sonaría tu voz dulce y tierna si te hago gritar y gemir de placer, sorpresa o dolor?

Ella inmóvil en el sillón solo podía mirarlo, su cuerpo no respondía ninguna de sus órdenes, estaba totalmente congelada sin saber que hacer o decir. Finalmente pudo incorporarse, su cuerpo entero temblaba, sentía un calor anormal en ella y advertía humedad en varios puntos. En ese estado febril, aturdida por la sobrecarga de información recibida y las sensaciones que recorrían su cuerpo, solo atinó a decir:

-A mí se me antojan palomitas...

Después de eso salió de la sala, aún con el control remoto en mano y no muy segura de si iba a la cocina por palomitas, al baño a desahogarse o a su habitación a preparar su respuesta.