martes, 7 de marzo de 2017

Miedos...


Todos tenemos miedos, sobre todo de niños.

En mi infancia estaba convencido que había un ser bajo mi cama, siempre acechando y dispuesto a tomar mis pies en cuanto tocaran el piso. A veces el monstruo jugaba conmigo y se escondía en el armario, tras la cortina o en la enorme muñeca de mi hermana, pero siempre era él, el mismo monstruo, jugando conmigo y sabiendo que lo peor no eran las cosas que pudiera hacer , sino todas aquellas cosas de las que yo lo imaginaba capaz.

En algún punto los miedos cambian, empezamos a temer a otros demonios, como el rechazo, el desempleo o el SAT. La adultez nos arremete como conquistador precolombino, destruyendo dioses paganos e instaurando los suyos propios.

Y en algún punto te das cuenta que el niño que fuiste  se escondería del adulto que eres, ese niño se taparía hasta la cabeza, cuidando de guardar muy bien los pies, con la esperanza que así no puedas atraparlo. 

Quizás el monstruo bajo la cama tenía razones para esconderse de ti, quizás ahora el monstruo duerme sobre la cama...




No hay comentarios.:

Publicar un comentario