A veces las palabras huyen, las musas suelen ser seres morbosos, la felicidad las aburre, prefieren la compañía de los bohemios, les gusta beber de la melancolía y ofrecer consuelo con sus dotes a los desdichados.
Y mientras tanto, los otros, los que de momento no vivimos en la nostalgia, ni nos emborrachamos de añoranza, tenemos que esperar pacientes a que las musas nos recuerden.
Tenemos que salir armados a cazar las tan amadas palabras.
Porque las letras también son veleidosas, les gusta saberse amadas pero no siempre corresponden ese amor de la misma manera.
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